Ocupó la asesoría de Apoyo a la formación del Centro del Profesorado de Sevilla desde el 17 de octubre de 1989 al 30 de septiembre de 1994.
Fue Subdirector del CEP de Sevilla desde el 1 de enero de 1992 al 30 de septiembre de 1994.
Fue Subdirector del CEP de Sevilla desde el 1 de enero de 1992 al 30 de septiembre de 1994.
Los recuerdos que tiene de los compañeros y compañeras durante su paso por el centro los recogemos en las siguientes palabras que nos ha hecho llegar:
Aquí se recoge el texto enviado por el asesor:
Me invitan los organizadores a recordar compañeros de la época. Pocos éramos, chicos para todo, mi amigo Pepe, mi Amanda, Reyes y Paco, tan cabal y tan capaz. Vinieron luego los asesores, muchos; uno aún me acompaña, Adolfo Ávila, aunque nos citamos fuera del CEP. Mucha vida y mucho trabajo.
Del trabajo también voy a hablar. Eran aquellos tiempos en que la autonomía profesional de los docentes no era un tópico de la propaganda de la Administración Educativa sino una realidad en la práctica cotidiana de la profesión. En este contexto, aquel CEP “infantil” entendió que su tarea era facilitar las iniciativas de formación que determinaban los propios profesores y que, con frecuencia, ellos mismos gestionaban. Y a ella se aplicó, con pocos recursos y muchos aciertos; y algunos, o quizá también muchos, errores.
Hoy priman en educación el verticalismo jerárquico y el recelo respecto de los docentes; en su origen está la pretensión de conseguir la “productividad del sistema”, y, de paso, largar al profesor la responsabilidad de sus deficiencias. Hoy los recursos aumentaron, y también la presencia administrativa de la “Institución”; pero su mundo es otro.
Desde este presente se recuerdan con añoranza aquellos tiempos. También es verdad que hay que estar prevenido contra las mentiras de la memoria. Aunque para construir una “educación orientada al futuro”, no hay más referencia que el pasado; la inexistencia del futuro engaña más que la memoria: admite, sin poder negarla, cualquier predicción.
Me invitan los organizadores a recordar compañeros de la época. Pocos éramos, chicos para todo, mi amigo Pepe, mi Amanda, Reyes y Paco, tan cabal y tan capaz. Vinieron luego los asesores, muchos; uno aún me acompaña, Adolfo Ávila, aunque nos citamos fuera del CEP. Mucha vida y mucho trabajo.
Del trabajo también voy a hablar. Eran aquellos tiempos en que la autonomía profesional de los docentes no era un tópico de la propaganda de la Administración Educativa sino una realidad en la práctica cotidiana de la profesión. En este contexto, aquel CEP “infantil” entendió que su tarea era facilitar las iniciativas de formación que determinaban los propios profesores y que, con frecuencia, ellos mismos gestionaban. Y a ella se aplicó, con pocos recursos y muchos aciertos; y algunos, o quizá también muchos, errores.
Hoy priman en educación el verticalismo jerárquico y el recelo respecto de los docentes; en su origen está la pretensión de conseguir la “productividad del sistema”, y, de paso, largar al profesor la responsabilidad de sus deficiencias. Hoy los recursos aumentaron, y también la presencia administrativa de la “Institución”; pero su mundo es otro.
Desde este presente se recuerdan con añoranza aquellos tiempos. También es verdad que hay que estar prevenido contra las mentiras de la memoria. Aunque para construir una “educación orientada al futuro”, no hay más referencia que el pasado; la inexistencia del futuro engaña más que la memoria: admite, sin poder negarla, cualquier predicción.
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