lunes, 25 de enero de 2016

María Isabel Ganaza Vargas

Ocupó la asesoría de Educación Infantil del Centro del Profesorado de Sevilla desde el 1 de enero de 1998 al 31 de agosto de 2006 y desde el 1 de septiembre de 2008 el 31 de agosto de 2011.

Los recuerdos que tiene de los compañeros y compañeras durante su paso por el centro los recogemos en las siguientes palabras que nos ha hecho llegar:

Aquí se recoge el texto enviado por la asesora:


UNA HISTORIA PERSONAL.


“Un buen sistema para conocer el nivel de cultura y de democracia de un país puede ser –creo- el observar la calidad de sus escuelas infantiles; la atención, los recursos, el amor que una sociedad dedica a sus niños más pequeños indican cómo es de grande para esa sociedad la preocupación por su propio futuro, cuántos derechos reconoce a los ciudadanos de las futuras generaciones. La escuela infantil, la escuela de los tres a los seis años, arrastra, sin embargo, en nuestra sociedad, diversas connotaciones negativas y contradicciones que hacen difícil su plena evolución”

Con la idea que recoge Tonucci  en este párrafo he intentado aportar mi granito de arena para aumentar la valoración de la EDUCACIÓN INFANTIL que es, al fin y al cabo, el objetivo que nos mueve a los profesionales implicados en la formación del profesorado de esta etapa.
 Desde que inicié mi andadura como asesora de Educación Infantil en enero de 1998, se han dado cambios en los planteamientos en torno a la función asesora.
Empecé como asesora en este CEP con un cierto conocimiento de la formación relacionado con la coordinación de grupos de trabajo, de grupos de debate en cursos y de coordinación y ponencia de cursos. Los cursos que impartía eran específicos de Educación Infantil sobre la organización, planificación, intervención y evaluación del aula, cursos teórico-prácticos que interesaban bastante al profesorado.
Ser asesora ha supuesto para mí una evolución en mi propia formación, adquirida ésta desde la propia práctica en la asesoría de Educación Infantil y respondiendo a las demandas de un amplio grupo de maestras y maestros de esta etapa, fomentando y posibilitando la mejora en la práctica docente del profesorado y creando redes profesionales que potenciaron el intercambio de experiencia y la innovación educativa.


En el CEP de Sevilla aprendí mucho tanto a nivel personal como a nivel profesional. La relación con el profesorado de la zona fue excelente,  su asistencia fue muy mayoritaria, sus aportaciones sobre esta asesoría iban en la línea de que recogíamos su sentir, sus inquietudes y necesidades. Cada vez había más maestros y maestras de esta etapa que participaban en modalidades formativas que exigen un alto grado de implicación y responsabilidad por parte de los asistentes (que más que asistentes eran parte activa de dichas acciones).

En cuanto a mi formación como asesora fue, en parte, de autoformación (casi por ensayo y error) y, en parte, de formación interna en el equipo asesor.  Siempre he defendido y considerado que se debe potenciar mucho más al asesor formador, innovador, motivador, colaborador, facilitador, conocedor del profesorado y del alumnado de su etapa, que haya sido una persona involucrada en el proceso de innovación educativa. He aprendido mucho de mis compañeros y compañeras cuando hemos creado grupos de análisis, debate, acuerdos sobre nuestra labor, sobre qué modelo de formación era el más adecuado, cómo aunar criterios, qué modelo de formación en centros podíamos potenciar, cómo potenciar la investigación-acción, cómo incidir en la mejora de la práctica docente, etc. Estar con personas con experiencias innovadoras de otras etapas es un campo de aprendizaje excepcional.
No puedo cerrar esta reflexión sin ser, como siempre he sido en este CEP, defensora de la educación infantil. Sigo resaltando la importancia que le otorgo a esta etapa, importancia que parece ser es compartida por  pocas personas implicadas en la educación (cuando debería ser todo lo contrario). Se observa claramente que conforme subimos de edad del alumnado, subimos en la importancia que se le da a la educación y a la formación: la pirámide tiene en su parte más baja a la Educación Infantil. ¡Qué casualidad! donde más docentes femeninas hay.


Agradecemos que con el devenir de los años, cada vez más se valore y reconozca tanto al profesorado de Educación Infantil, ya que su formación es bastante completa y compleja, como al asesor o asesora de esta Etapa, primando, también en ella, la experiencia y las buenas prácticas de los que pretenden ejercer esta función.

¡Por supuesto, que esta defensa es una tarea ardua, pero ya sabemos que no estamos solos en esta lucha! ¡Qué diferente sería si como dice Tonucci:
"Las diversas etapas de la escuela deberían perder la mala costumbre de sentirse cada una como preparatoria de la siguiente, para considerarse en cambio como el desarrollo de lo más coherente posible de la precedente. Nuestros Institutos funcionarían mucho mejor si los enseñantes que allí trabajan conocieran el trabajo de sus colegas de la escuela infantil y si se plantearan el problema de desarrollar las potencialidades que la escuela ha puesto en marcha. Si nuestra sociedad fuera consciente de esto, dedicaría las mejores energías y los más elevados recursos para los primeros niveles de la escolaridad, sabiendo que allí se juega el futuro de los hombres y de las mujeres de nuestros países."

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