lunes, 25 de enero de 2016

Manuel Gutiérrez Delgado

Ocupó la asesoría del ámbito de la Educación Física del Centro del Profesorado de Sevilla desde el 1 de septiembre de 1988 al 31 de agosto de 1997.

Los recuerdos que tiene de los compañeros y compañeras durante su paso por el centro los recogemos en las siguientes palabras que nos ha hecho llegar:

Aquí se recoge el texto enviado por el asesor o asesora.

Tengo gratos y entrañables recuerdos de mi marcha por el CEP.  Aquellos años fueron de una gran inquietud, todo ello como consecuencia de un gran cambio en  todos los aspectos sociales y una gran motivación en lo referente a la enseñanza. Coincidía también que al ser profesor de Educación Física,
esta asignatura se iniciaba a su vez como una materia más en el currículum escolar.

Previamente a mis comienzos en el CEP, había participado en las escuelas de verano, donde se generaba una inquietud  pedagógica que hacía necesario un cambio en la actuación docente. Fundé
el Seminario “Guadalquivir”, en el que en interminables coloquios se adentraba en la necesidad de una formación permanente.


Mi primer contacto con el CEP ocurrió cuando dirigía un curso de Especialistas de Educación Física para Maestros y usábamos las dependencias del CEP que tenían en la escuela de Artes y Oficios Artísticos, al lado de la Escuela de Magisterio. Por este motivo conocí a Pepe Murillo y Ana Moya
que eran los responsables en ese momento del CEP.

Continué mi relación con el movimiento de Renovación Pedagógica a través del grupo Andaluz de Educación Física que coordinaba Paco Vaca. De este grupo se formó una Coordinadora Regional de la que yo formaba parte. De esta situación, brotó la necesidad de liberarnos de las tareas docentes en
 el Instituto, a los cuatro coordinadores regionales, porque llevábamos toda la asesoría regional.

De esta manera, y ya liberados teníamos una doble dependencia, por un lado del Coordinador Regional de Educación Física Paco Vaca y por otro de la inspección provincial en la persona de Isabel Álvarez y como lugar de trabajo (fotocopias, teléfono, etc.) en el Centro de Profesores que estaba en aquellos momentos en la calle Tesalónica.

Esta situación, sumamente embarazosa, tanto para la dirección del CEP como para nosotros mismos, terminó cuando un día nos dice Pepe Murillo, entonces coordinador del CEP: -“¡No os quiero ver
más por aquí hasta que tengáis el certificado de adscripción al CEP en la boca!  Y así estuvimos errantes durante tres meses, hasta que nos adscribieron a todos los liberados a los distintos CEPs.


Me recuerdo en un banco del CEP de la calle Becas, donde se acababa de trasladar de Tesalónica el CEP, a Adolfo Ávila y a mi mismo, esperando a Pepe Murillo, para que nos admitiera en el CEP, por que ya teníamos el certificado en la boca.

Aquellos primeros años en el CEP fueron tiempos de mucho trabajo, pero muy gratificantes. Los cursos que organizábamos, las jornadas de trabajo y convivencia, los seguimientos  a los seminarios permanentes, a los grupos de trabajo e innovación, visitas a los centros que implantaban la Reforma, eran situaciones de disfrute. El decir disfrute, es porque quiero reflejar el entusiasmo con que los participantes acudían a cada una de las convocatorias y ese entusiasmo se transmitía a la propia actividad, que resultaba sumamente agradable tanto para los que las organizábamos como para los propios participantes.

Dentro del CEP, la convivencia era sumamente agradable. Como en todo colectivo se organizan las relaciones humanas de forma muy particular, bien por ubicación en el mismo o por simpatía personal. En mi caso y con la asesora de artística María Luisa Abao al lado, era con quién más me relacionaba. Recuerdo mis salidas a la hora del café con María Luisa y se unía la administrativa Reyes, ¡cuantos desayunos por los alrededores de la Alameda!

Pasado el tiempo, y como en todo en esta vida, las cosas cambian. Los curso y jornadas, ya no eran
 novedosos, se habían convertido en obligatorios, que si sexenios, que si cursos de la LOGSE… aquello, nacido del entusiasmo y de la motivación, se estaba convirtiendo en “imperativo legal”

Para finalizar mis comentarios, tengo que agradecer al CEP que en los tiempos de mi estancia en el mismo, fue sumamente agradable el trabajo en el mismo. Recuerdo gratamente a nuestro coordinador Pepe Murillo, que aunque no siempre estuviera de acuerdo con sus decisiones, era el alma del mismo y nos facilitaba el trabajo a todos. Por todo ello, reitero que el CEP facilitó mi propio desarrollo personal, y fue un verdadero movimiento de renovación pedagógica, de ayuda para muchos profesionales de la enseñanza.


 

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