sábado, 30 de enero de 2016

Carmen Vilela Gallego

Ocupó la asesoría del ámbito Lingüístico de Secundaria del Centro del Profesorado de Sevilla desde el 1 de septiembre de 1998 al 31 de agosto de 2007.

Los recuerdos que tiene de los compañeros y compañeras durante su paso por el centro los recogemos en las siguientes palabras que nos ha hecho llegar:

Aquí se recoge el texto enviado por el asesor o asesora.

Inicié mi trabajo como asesora del CEP el 1 de septiembre de 1998. Al intentar evocar aquellos tiempos, no puedo impedir que me aflore a los labios una sonrisa. ¡Qué miedo llevaba ante esta mi nueva andadura profesional! Había decidido optar a la función de asesora movida por la necesidad de un cambio en mi trayectoria profesional. Llevaba muchos años enseñando griego en un Instituto y en la propia Universidad y sentía que había tocado fondo. Era preciso explorar nuevos horizontes…

¿Sabía qué significaba ser asesora? Algo intuía, por supuesto; había hecho un proyecto, tenía inquietudes, veía la necesidad de cambiar los métodos de enseñanza. Pero realmente, saber, saber, lo que me iba a encontrar no lo sabía. Es más, nada más llegar comprendí que mi ignorancia era supina. Pasé dos meses de agobios, angustias y desasosiegos. Pero no tarde en darme cuenta que me rodeaba un factor humano extraordinario. ¡Qué compañeros, Dios mío! Y sobre todo, en los primeros meses, ¡qué director! Nunca en mi trayectoria profesional había encontrado un director como Manuel Ventura: humilde, sencillo, lleno de compañerismo, carente de autoritarismo pero non de autoridad. Y al mismo tiempo sabio. Él me ayudo a tener confianza en mí misma porque me demostró que él, por su parte, estaba dispuesto a confiar en mí.
Muy pronto me sentí integrada en el equipo y cuando ya me encontré segura, actué… Quiero decir, intenté aportar lo mejor que tenía ¿conocimientos como asesora? No. Ni mucho menos. Yo nada sabía. Aporté, creo yo, disponibilidad, ansias de aprender, naturalidad, curiosidad, afán de mejora y de trabajo bien hecho, aunque también espíritu crítico. Y encontré unos compañeros prestos a enseñarme lo que no sabía y receptivos a la hora de aceptar mis puntos de vista, que no siempre eran  ortodoxos.
Tengo que decir sin reservas que mis años en el CEP fueron inolvidables. De allí salí enriquecida en conocimientos pero sobre todo crecí como persona. Y me reí un montón. Todos nos reímos aquellos años, creo yo. Para mí era un gustazo ir a trabajar. ¿Qué mejor señal de que se está a gusto que ir a trabajar con ilusión? De aquellos años sólo queda una nube negra en mi recuerdo: la muerte de mi colega Carlos Portillo, con el que compartía mesa en la asesoría y algunos trabajo en equipo. Nunca lo he olvidado, como tampoco olvidaré aquellos maravillosos años. 

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